Hoy, con solo recurrir a un pequeño soporte individual, aquello que fue juego se convirtió en una orden superior, en una obligación y en una necesidad fundamental para existir.
El teléfono móvil o celular, ha pasado a ser el rey de los amigos, el más importante e inseparable. A dónde vamos, él va con nosotros. Prohibido dejarlo o abandonarlo sin que cada una/o no encienda las alarmas del peligro que ello significa.
El sistema educativo lo sabe. Y toma decisiones forzadas por las mismas circunstancias que lo supera. Ya hemos dicho en otros artículos que el proceso educativo produce una transformación lenta, mientras la tecnología vuela. Era menester que adoptara una decisión urgente y precisa con el uso de los móviles en las escuelas. De la prohibición, al uso moderado o el uso irrestricto, había desconexiones de permisividad que, inexorablemente, había que aclarar.
El gobierno de la provincia de Buenos Aires acaba de resolver que el uso de dispositivos tecnológicos, en las aulas de escuelas públicas y privadas, queda a criterio de cada establecimiento escolar. Es decir que, a partir de ahora la utilización de teléfonos celulares, tablets, notebooks y computadoras personales está permitida en los colegios bonaerenses con fines pedagógicos.
A veces, es mejor caminar hacia donde sopla el viento y ver qué sucede. La prohibición carecía de contención práctica para inhabilitarlo. El uso del celular fue más fuerte que la resistencia.
Ahora bien, ¿qué utilidad práctica hemos observado al uso de estos mágicos soportes que le cambió la vida a las nuevas generaciones?
Intentemos justificar con argumentos válidos las nuevas formas de comunicación en el aula. Se dice que “Existe más información sobre cualquier tema de la que nadie es capaz de almacenar en su cabeza”, por lo que resulta necesario adecuar la tecnología a los principios didácticos del conocimiento escolar. La utilización del teléfono móvil acelera la búsqueda de datos, es práctico y facilita el trabajo de los alumnos. Si una biblioteca era quien nos proporcionaba el libro o manual, ahora una página web o un pdf pueden hacer lo mismo a través de una búsqueda instantánea de lo que se requiere para el trabajo. Ideal para que los propios alumnos construyan para sí mismos una biblioteca virtual que garantice la lectura. Ya nadie podrá alegar que no disponen del material de lectura, pues todos llevan la información en su propio teléfono móvil. Y hay cotidianas experiencias de la practicidad del uso que le damos a la tecnología de bolsillo.
Veamos algunos casos concretos. Luego de solicitar en clase la búsqueda del significado de términos para enriquecer el lenguaje escrito y oral, en menos de 30 segundos abrieron la página web de la Real Academia Española (RAE) y respondieron puntualmente sobre palabras cuyo significado no siempre se tiene muy en claro qué significa (alegoría, cohibir, subjetividad, connotación, etc.), o buscaron imágenes para ilustrar la Psicología de la Gestalt, o ha sido útil y pragmático para disponer de cualquier información recurrente que agiliza el aprendizaje en el aula.
Cabe considerar algunas apreciaciones que tienen los jóvenes sobre su uso diario. En una escuela pública de San Miguel (D. F. Sarmiento, ex Nacional) Anahí responde que para ella “es una herramienta de trabajo”, para Amparo “algo que me hace feliz y me mantiene entretenida”, Florencia va más a fondo y asegura que es “Una parte de mi vida”, por último, Layla remata con una apreciación insoslayable, el celular es como “un hijo”, afirma. Valentín, que concurre a una Instituto privado de Bella Vista, sostiene que está realizando un trabajo de investigación sobre las posibles capacidades de la tecnología futura para gobernar el cerebro humano. Si, efectivamente, es así, debiéramos preocuparnos severamente sobre qué lugar de nuestras vidas ocupa el objeto que ha cambiado nuestra manera de pensar, nuestra manera de comunicarnos y nuestras escalas de valores. La tecnología es imprescindible, pero la humanidad no debe subordinarse a ella. Hagamos uso sin perder la orientación del aprendizaje y, sobre todo, sin perder la humanización de la vida misma.