Tomando conciencia del rol de cada uno

Cada vez que comienza un nuevo ciclo lectivo surgen las preocupaciones habituales, el de tener que ir y venir, llevar y traer a los hijos que durante toda una semana concurren a sus respectivos colegios.

Cambia el ritmo sonoro, rige un nuevo horario implacable, con sol o con lluvia, calor o frío. Y los padres danzan al ritmo que le impone la necesidad de educar a sus chicos. Sin embargo, el orden (aún en el caos cotidiano, doméstico o callejero) debe prevalecer dentro de las obligaciones de cada uno, y todos deben contribuir a ese orden sin el cual sería imposible cumplir con ciertos requisitos básicos. El orden es el principio de la cadena donde cada eslabón debe cumplir su parte para que la maquinaria funcione. Si fallamos en esto los otros ítems a cumplir se verán afectados.

¿Como padres, cómo podremos exigir un rendimiento escolar si el conflicto comienza en el hogar?

Aún, en el supuesto de que tal conflicto exista, no debe perturbar el normal desarrollo de las obligaciones escolares. El fracaso escolar tiene múltiples causas, pero el origen de la mayoría comienza en casa. Lo que hagamos bien o mal como padres influye proporcionalmente en la psicología de los adolescentes. El éxito rara vez es estrictamente individual, la mayoría de las veces depende de que todos los eslabones de la cadena familiar funcionen. Cuando nuestros hijos son más pequeños, resulta menester una mayor empatía con su mundo real; en cambio, cuando alcanzan la edad adolescente, su independencia debe ser gradual para el logro de una maduración razonable.

Siendo así las cosas que involucran a las obligaciones de los estudiantes, siempre se recomienda un seguimiento más cercano y constante sobre su desarrollo escolar. De tanto en tanto, es perentorio que los padres “invadan” el terreno de la escuela, que indaguen, que consulten sobre el rendimiento escolar de los hijos. Ellos no deben sentirse controlados por la fuerza, deben sentirse acompañados, deben saber que siempre habrá alguien en su mundo íntimo, para contenerlos y protegerlos si es necesario.

En estos tiempos no se descarta tampoco la colaboración de un docente fuera del ámbito institucional, que pueda guiar, colaborar, contribuir con el conocimiento y la experiencia, que pueda ejercer las veces de tutor o ser un referente profesional que conduzca la nave, sobre todo, si existe un vacío en la conducción de la misma.

A los niños y adolescentes tanto del nivel primario como secundario hay que incentivarlos, mostrarles el camino, lo tan necesario que resulta educarse para un futuro que ya es presente, la necesidad de ser autosuficientes en el tiempo que se avecina, las posibilidades de ser libres en tanto logren acceder a una profesión o a un oficio que exigirán orden, responsabilidad, esfuerzo y constancia, sin los cuales difícil será alcanzar el objetivo deseado. Ellos mismos, aún, independientemente del propio entorno, deben aprender a valorar el producto de lo que se consigue, deben saber que el futuro exigirá mayor profesionalidad en lo que hagan, que ese futuro ya está aquí y es el día a día. Ese mismo que ya estamos caminando en el comienzo de un nuevo ciclo lectivo.

Carlos Cabrera