El miedo es un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que va a suceder algo negativo, se trata de la sensación de angustia ante un peligro que, por su parte, puede tratarse de un evento real o imaginado; Así, según su nivel, los miedos pueden ser normales o patológicos.
El miedo cumple un papel fundamental: la supervivencia. Sin miedo, viviríamos tal vez de forma tan temeraria que podríamos hasta poner en peligro nuestra integridad y la de otros, con consecuencias ciertamente desagradables y problemáticas. Por tanto, tiene una utilidad muy importante en una vida saludable.
Pero el miedo no es una característica del ser humano surgida en la modernidad ni mucho menos, acompaña al hombre desde la prehistoria cumpliendo la tarea recientemente mencionada: la supervivencia.
El miedo consistía en una respuesta que activaba determinada zona del cerebro (la amígdala) ante una posible amenaza percibida por los sentidos. Esto originaba cambios en la fisiología que le permitían responder a esa amenaza.
Por supuesto el hombre no es el mismo en aquella época que en ésta, principalmente ha ido adquiriendo el lenguaje, que le dio la capacidad de simbolizar en su mente cosas que no están presentes. Es así que uno puede tener la imagen de un elefante, aunque no lo esté viendo, o prever una situación más compleja antes que ocurra. Estas capacidades estaban limitadas en el hombre prehistórico, y además, estas capacidades son las que hoy día permiten a las personas tener los estímulos amenazantes en su cabeza.
Tal es así que los miedos no son más que ideas que circulan por la mente, con consecuencias que pueden ir desde el agobio, el malestar, el estrés… Hasta la derivación en insomnio, ataques de ansiedad, desmejora de la autoestima, pérdida absoluta de confianza, inseguridad, vulnerabilidad, culpabilidad, etc.
Pero no debemos estigmatizar al miedo (como usualmente sucede), ya que forma parte de un funcionamiento perfectamente normal. Los especialistas solemos entender al miedo como un sistema de alarma que nuestro cerebro activa cuando detecta una posible amenaza. Y como toda alarma tiene la utilidad de advertirnos, para que podamos prestar atención y responder correctamente. La diferencia entre el miedo normal y el patológico, se da cuando esa sensación nos sobrepasa de alguna manera y genera pensamientos y conductas que no son funcionales a nuestros fines, perjudicándonos de alguna manera.
El abordaje terapéutico es sumamente necesario, en los casos patológicos, nos ayuda a conocer el funcionamiento del miedo, nuestras reacciones ante él, y aprender a usar el miedo a nuestro favor. Tal cuál es su razón de existencia.