La psicología tiene sus raíces históricas en tiempos bastante difíciles de ubicar; para ser precisos, la etimología de la palabra psicología proviene del griego psyché (alma) y logos (estudio), con lo cual la definición clásica es “estudio del alma”. Es por ello, que podemos entender que la psicología se originó en cuanto el ser humano comenzó a indagar sobre sí mismo, sobre su vida interior.
La disciplina ha recorrido un largo camino, nunca sencillo, debido no sólo a la complejidad del objeto de estudio, sino a las muchas modificaciones que ha tenido (y tiene), acerca de la multiplicidad de enfoques que se desarrollan para abordar la temática.
Desde el comienzo, se entendía como una filosofía, una “ciencia del alma”, o inclusive desde un enfoque espiritual; y básicamente su metodología tenía que ver con la introspección para llegar al conocimiento. Eran desarrollos esforzados y artesanales, dignos de mentes prodigiosas, que hicieron vastos aportes al área. Con el paso del tiempo, fue cambiando muchas veces la forma de esta disciplina; aunque en los últimos 150 años tomó algunos caminos que la llevaron al status de ciencia que ostenta hoy en día.
En el siglo XIX, un fisiólogo alemán, Wilhelm Wundt, creó el primer laboratorio de psicología experimental, un hito a partir del cual se comenzó a estudiar los contenidos mentales (los pensamientos, sentimientos y sensaciones) como fenómenos asequibles empíricamente. Es decir que ya no serían desarrollos teóricos a partir de pareceres, sino que se intentaba aislarlos y “observarlos” en el laboratorio.
Un giro se dio a mediados del siglo XX, surgieron más fuertemente los denominados “conductistas”, que dejaron a un lado la vida mental, haciendo foco solo en los comportamientos externos por ser los únicos totalmente observables, originando una nueva visión como Psicología de la Conducta.
Como dije más arriba, la ciencia psicológica es bastante tumultuosa; es así que en los años ´60 se volvió a dar un lugar preponderante a la interioridad del ser humano, los pensamientos y sentimientos volvieron a estar presentes en la investigación psicológica, con el surgimiento de la Psicología Cognitiva. Esta corriente surgió como una respuesta a las ideas conductistas, retomando la posibilidad de investigar empíricamente sobre la vida mental, pero también reorganizó el lugar dado a los comportamientos, hasta ese momento entendidos como lo único objetivo, y ubicándolos como hechos generados y modificables a merced de los pensamientos de cada sujeto.
Estos dos últimos desarrollos, son los que a grandes rasgos dieron lugar a lo que hoy se conoce como Terapia Cognitivo Conductual (TCC), y que no es justamente una nueva corriente psicológica, sino más bien una fusión de ambas para el desarrollo de una psicoterapia. Es decir que se utilizan técnicas de ambos enfoques (los cuales sin duda son complementarios), para llevar a cabo la atención de pacientes. Este modelo tiene la característica de usar el método científico para sus desarrollos, por lo tanto, sus técnicas son comprobadas empíricamente, lo que otorga un mayor grado de fiabilidad y eficacia. Y poniendo (luego de tan largo camino) a la psicología en el lugar de ciencia.