Una chica en un tren que atrapa lectores

El libro más vendido –y tal vez el más leído- por estos días en Argentina es «La chica del tren», un thriller realmente interesante, con una trama que mantiene el suspenso de principio a fin y, por supuesto, un desenlace inesperado.

La periodista Paula Hawkins, nacida en Zimbabue hace 44 años y formada en Inglaterra, escribió esta novela después de varios fracasos editoriales, novelas románticas que apenas llegaron a venderse. Casi en bancarrota, empezó a escribir la historia de una mujer vulnerable, alcohólica, depresiva y obsesionada por su ex marido. Antes de que terminara de escribirla, una productora de cine compró los derechos y al éxito de ventas (más de 6 millones de ejemplares vendidos sólo en la edición en inglés) se suma ahora la película protagonizada por la virtuosa Emily Blunt.

Seguramente esta sea una de las razones por la que La chica del tren está escrita en un lenguaje muy cinematográfico, en la que la descripción de las situaciones, el nudo y el desenlace transmiten al lector esas mismas emociones de tensión e intriga que puede vivir en una sala de cine, pero sin metáforas ni prosopopeyas. Las hipérboles son meras exageraciones. Esas son técnicas en vías de extinción, se podría pensar a la ligera.

Los nuevos autores, o por lo menos los que más venden, están escribiendo cuentos y novelas como si se tratase del resumen de una serie de Netflix o un tanque de Hollywood. El cine y esa novedosa forma on-demand de disfrutar lo audiovisual han influenciado enormemente en la literatura contemporánea. No se trata de hacer un juicio, de que si son mejores o peores las novelas de antes a las de ahora. Se trata mejor de pensar y analizar que sencillamente nos estamos comunicando de una manera diferente, y que la expresión artística también ha cambiado y la literatura no es ajena a ella.

Los “nativos virtuales” se han nutrido más de imágenes que de letras. Es evidente. Y los lectores más jóvenes también piden historias cortas, ágiles, nada que les pueda parecer denso. “Light” podría ser el término apropiado. Así como en su momento cambió la manteca, el azúcar y las bebidas finamente gasificadas, la literatura también se pone a tono. ¿Las novelas de James Joyce, Dante Alighieri y Umberto Eco serían “best sellers” en este siglo? La respuesta es netamente especulativa, pero puede resultar divertido imaginar los vocablos profusos, los recursos estilísticos y las tramas intrincadas compitiendo por los lectores que en piden miles de ideas en pocas líneas, dramas o comedias simples y una plataforma virtual para hacer el club de fans. O un resumen en 140 caracteres.

¿Cómo formar lectores en estos tiempos? ¿Cómo lograr que un chico deje a un lado un videojuego para encontrar monstruos, héroes, aventuras y un sinfín de emociones en un libro? Los expertos en educación se preguntan, lo mismo los padres y la industria editorial. Hay listas de recomendaciones, estudios y análisis. Pero, la mente joven puede resultar más complicada de lo que parece. Los chicos pueden hacer varias cosas al mismo tiempo, entienden la lógica de la tecnología y se mueven en el mar de Internet como peces en el océano. Es cierto que la lectura placentera aparece más tardíamente que en las generaciones pasadas; pero aún es valioso y efectivo que los maestros y el entorno cercano de los chicos ofrezcan el libre acceso a los cuentos, las novelas, la poesía y todas las demás maravillas que crean las palabras y la imaginación sin importar el formato.

Por supuesto, ojalá los jóvenes lectores exploren también el papel con los mismos ojos atentos que ven el “post” del youtuber famoso o se fijan qué subieron sus contactos en Instagram o en Facebook.

La lectura no ha quedado reducida al papel y no debe sorprender. La adaptación a las nuevas plataformas es un camino que se está explorando con éxito porque las historias nunca terminarán de generarse. La imaginación es el único espacio en el que el hombre se siente verdaderamente libre.

Mientras tanto, Patricia Hawkins y su “La chica del tren” siguen siendo la fórmula para atrapar lectores.

Roxana Castillo

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