Podemos encontrar hoy un variado catálogo de dietas (vegetarianas, veganas, crudas, otras con nombre propio), terapias de distinta índole (electroestimulación, sustancias químicas, laser), intervenciones quirúrgicas (laparoscopía, bypass gástrico, manga gástrica), un sinnúmero de actividades (gimnasia de todo tipo, yoga, pilates), cursos (de alimentación, de cocina saludable) y todo tipo de ofertas y promesas para adelgazar y bajar de peso. Esta oferta existe, fundamentalmente, porque hay de antemano una abundante demanda.
Pero, ¿qué hay detrás de esta demanda? ¿Es una demanda de salud o de imagen? ¿Hay un interés por gozar de mejor salud, sentirse bien? ¿O se trata de una cuestión de imagen, de competencia, de comparación, de modelos a imitar? Y no mencionemos a quienes consumen algo solamente porque “se lo venden”. ¿O acaso somos movidos por los prejuicios acerca de la gordura y la obesidad y las personas que la padecen? Si así fuera, aunque es difícil reconocerlo, seríamos potenciales (¡o reales!) promotores de bullying.
Con toda seguridad que quien está leyendo se situó en el primer grupo (los que hacen una dieta por cuestiones de salud). Entonces conviene hacerse otras preguntas. ¿A qué llamamos “salud”? ¿A tener un peso de 50 kg? ¿El mismo peso para una chica de veinte años que para una mujer de cincuenta; ¿Para una joven de 1,50m de estatura o para una mujer de 1,70m? Otra pregunta a plantearse es ¿para qué queremos pesar 50 kg, o bajar 5 kg?
Por más que el lector afirme encontrarse en el primer grupo, lamentablemente la presión social nos mueve hacia el segundo (cuestión de imagen), al tercer grupo (nos venden un tratamiento) o al cuarto (¡estamos llenos de prejuicios!).
Consecuencias de la dieta por imagen
En el consultorio puede constatarse, con verdadera tristeza, cómo, pacientes que siguen una dieta, o se sobre-exigen físicamente, o apelan a otros recursos, sólo preocupados por su figura, se autogeneran problemas de toda índole.
Así, caen en la bulimia o anorexia, amenorrea, anemia, cansancio, falta de energía, quedan presos del consumo de fármacos o el abuso de diuréticos. Devienen otras enfermedades sin relación aparente con la alimentación. Se manifiestan afecciones de índole psicológico y emocional (insatisfacción, nerviosismo, ansiedad), pudiendo alcanzar patologías más graves (“verse fea”), alteraciones en la conducta y el carácter y, a la larga, incluso terminan afectando sus relaciones.
En la terapia se trasluce, en muchos casos, el mandato de los padres por la imagen; lo que agrega todavía más presión. Peor aún, a la par de la exigencia familiar por la apariencia, parece acompañar el descuido por la salud del paciente –incluyendo su salud psíquica-.
Derribando algunos mitos
- “Salud” no es sinónimo de “peso”. ¡Es un concepto mucho más amplio! Pues, en principio, como consecuencia de una dieta para conseguir un determinado “peso” podemos estar generando déficit de algunos nutrientes esenciales para la “salud”.
- La delgadez no indica buena salud, como tampoco lo hace “los kilitos de más”. El cuerpo está diseñado como una máquina perfecta. Tiene un corazón y un sistema circulatorio, por ejemplo, diseñado para mover una cierta contextura física. Si le agregamos peso adicional, seguramente estaremos “forzando la máquina”. Por el contrario, con una alimentación deficiente, le faltará la energía, el tono muscular y la fuerza necesarios para mover ese cuerpo. Cada persona tiene un peso óptimo.
- “Yo como sano”. Todas las personas preocupadas por su alimentación o su imagen dicen comer “sano”. Un plato de fideos puede ser sano para alguien con problemas hepáticos; pero no lo es para un diabético. Lo que resulta sano para cada uno debe ser indicado por un especialista.
- “Hago dieta y no adelgazo”. Tal vez no sea suficiente con hacer dieta. Puede existir otra causa de la variación de peso (problemas metabólicos, hormonales, etc); y debe ser un especialista quien le indique el tratamiento.
- “Me hice vegetarian@ pero sigo teniendo problemas”. Nuevamente, quizás la dieta no sea adecuada. No basta con dejar de comer algunos alimentos si se ingiere cantidades importantes de sal, azúcar o alcohol. No se autoengañe.
- “La alimentación Ayurveda es vegana”. Falso. El Ayurveda recomienda una dieta balanceada y, en función de las características individuales, aconseja “privilegiar” o “restringir” el consumo de determinados alimentos.
- “Compro todo en la dietética”. Volvemos a lo mismo: no todos los productos son buenos para todas las personas. Consumir semillas de girasol puede resultar bueno para alguien; pero el hecho de que lo vendan en una dietética no lo hace bueno para todos los organismos.
En definitiva…
Sobre estos interrogantes y mitos planteados, la Medicina Ayurveda (que no se opone en nada a la Medicina tradicional) está de acuerdo con que la obesidad, y sus consecuencias, constituyen una enfermedad, y debe ser tratada. Pero esto no implica que todos deben ser flacos o pesar 50 kg. Cada persona tiene una determinada constitución física, una fisiología particular y su metabolismo. Por ello, tampoco la delgadez forzada es saludable. Y quizá ésta indique problemas más graves.
Para el Ayurveda, la salud se alcanza en el punto de equilibrio, que es propio de cada persona. Y esto es lo que debe buscarse: devolver el equilibrio al cuerpo, y no pretender un peso o una figura diferente a la prevista por la Madre Naturaleza, para la cual nuestro cuerpo esta “diseñado” o “dimensionado”.
La propuesta es que pensemos seriamente en nuestra salud (física, mental y espiritual).
El objetivo del Yoga es el encuentro con el Ser: que seamos nosotros mismos. El Ayurveda persigue idéntica finalidad, a través del camino de la alimentación.
No se automedique: no incurra en dietas o procedimientos perjudiciales. No se deje llevar por modas o presiones sociales o familiares.
¡Simplemente escuche su cuerpo y su alma, que claman para hacerl@ feliz!