El desarrollo personal de los adultos favorece el ejercicio de la paternidad y maternidad.

Ser padres o educadores hoy implica desafíos impensados en otros tiempos. Las apreciaciones saltan a la vista: los niños de hoy son distintos, muy diferentes a la infancia que hemos conocido y vivenciado. Y es que de cada uno de nosotros, podría decirse que además de ser hijos de nuestros progenitores hemos sido y somos herederos de una cultura que nos perfila, nos modeliza. Llevamos de alguna manera la marca en el orillo de nuestra época.

No podía ser entonces de otra manera con las nuevas generaciones que llegan hoy al mundo. La sociedad actual signada por las exigencias del mercado de consumo y por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación encuadra las interacciones entre adultos y niños de maneras pre-establecidas y tipificadas ya por la cultura.

Estas formas tienen que ver con un borramiento de las diferencias entre adultos y niños. Niños inmersos en mensajes de la publicidad, de los medios de comunicación y en prácticas de mercado que no los diferencian de los mayores y adultos que, por la misma razón tratan a los niños como si no lo fueran, determina “niños que se sienten grandes”. Algo así como una suerte de “mimetización” cuyas consecuencias fundamentales son por un lado que el niño pierde su lugar de ser en proceso y en desarrollo, precisamente porque ya se siente grande. Expresión de ello suelen ser las dificultades en aceptar los tiempos y el trabajo que necesariamente requiere todo aprendizaje ya sea escolar o no escolar.

La mimetización del niño con el adulto lo lleva a una situación imaginaria de paridad y autosuficiencia que complica tanto al aprendizaje del niño como al ejercicio de la función educadora de los adultos a quienes está a cargo

El experienciarse como grande constituye en el niño una creencia distorsionante de completud e inmediatez, de que todo se puede o se podría obtener sin mediar un proceso de trabajo, sin terminar de aceptar que existen los límites y limitaciones humanas.

Como consultora psicológica abordo este problema en el marco de la consultoría educacional, que es un área dentro del COUNSELING. En lo personal vengo encontrando muy buenos resultados al trabajar con el o los adultos que se encuentran a cargo del niño.

En una suerte de acompañamiento propio del Counseling vamos reconociendo el problema y las matrices parentales en cada caso, de-construyendo para reconstruir el rol de educador en cada historia en particular. ¿Dónde, en qué puntos particulares cada adulto ha quedado atrapado en el modelo de la cultura, estancándose su propio proceso de desarrollo personal?

Desde la época de la Esparta Antigua, pasando por el medioevo y la modernidad hasta llegar a la actualidad, siempre ha sido necesario que las familias y los educadores tomen conciencia de los modelos imperantes de la cultura. Precisamente el desarrollo saludable de la niñez depende en gran medida de la capacidad de cuestionamiento, o al menos de la re-significación que los adultos pueden hacer respecto de los cánones, de las maneras de ser impuestas más por requerimientos del sistema que por el bienestar subjetivo. La Consultoría Psicológica es un buen espacio donde el adulto identifique su punto de regresión, se anime a desarrollarse y a ser cada vez más él mismo, usando los materiales de la cultura, pero sobrepasando sus imposiciones, hacerse adulto y desde allí acompañar el proceso de crianza sin mimetizarse con el niño, ser padre, madre o docente ahora sí desde un lugar diferenciado.

Mariela Borello