TAREA DIFÍCIL SI LA HAY La crianza es el proceso de educación, enseñanza y aprendizaje de un niño. Es el recorrido que emprendemos como padres para ayudar a crecer en un entorno en el que el niño se sienta querido y respetado.

De ese modo aprenderá también a querer y a respetar al otro ser humano que este con él.

Si estuviéramos perdidos y tuviéramos que llegar a algún sitio, ¿dónde preferirías estar? Observa las dos imágenes:

Definitivamente, estar en una carretera nos resultaría más tranquilizador porque tendríamos una dirección. En este sentido, el camino son las normas y los límites que sirven de referencia y dan apoyo y seguridad a los niños. A veces será más ancho y fácil y otras más estrecho y difícil, al igual que las normas y limites que, a veces, serán más rígidos y otras, más flexibles. Ambos criadores/padres deben ir a la par para que sus hijos avancen adecuadamente, deben existir normas y no contradicciones.

La puesta de límites se inicia desde el nacimiento y son los primeros organizadores del niño: El orden y la rutina que se establece; los horarios y ciclos de alimentación; en el sueño; en los hábitos de higiene; en los horarios de juego y paseo.

Derribemos prejuicios

Pensemos en los mitos acerca de la puesta de límites: “voy a afectar su autoestima”, “se va a frustrar”, “va a pensar que no lo/a quiero”, ”se va a sentir defraudado”. Debemos entender que estos pensamientos obstaculizan la tarea de la crianza y saber que un límite es algo para guiar el recorrido de vida, sin excesos que desfavorezcan el correcto desarrollo y madurez de los niños.

Si dejamos de lado las normas, aparecen los ”berrinches”, Las características de la conducta disruptiva es una conducta negativa que se repite y a través de ello se refuerza generando displacer y produciendo un aprendizaje negativo. Pensemos en lo contrario: una conducta positiva como un comportamiento positivo que genera un reforzamiento al repetirse y se vive con placer generando un aprendizaje positivo.

Nuestros aliados en la tarea de la crianza definitivamente son los limites y estos deben ser:

  • Firmes: consistencia y solidez.
  • Cálidos: opuesto al maltrato, afecto y cariño.
  • Organizados: coherencia y realidad.
  • Claros: que sean entendidos.
  • Finitos: que tengan principio y fin.
  • Cumplimiento: no se debe suspender.

Hablamos de limites, no de castigos

Existen dos modalidades extremas de paternaje y maternaje:

  • Padres autoritarios que utilizan el castigo y generan agresividad o sumisión, rebeldía por impotencia, mal control de los impulsos, huida o engaño, ausencia de dialogo, baja autoestima y escasa autonomía, ausencia de limites.
  • Padres permisivos que, sin utilizar límites ni normas o disciplina, generan niños inseguros, humor inconstante, baja tolerancia a la frustración, ley del mínimo esfuerzo

En cambio la propuesta es utilizar el concepto de “consecuencias”. Será nuestra palabra mágica y le dará sentido al comportamiento y a la reacción, así como a la causa. La idea es que los niños se inserten en la sociedad y pueda manejarse con herramientas para poder adaptarse, y no desencajar ni sufrir. Para ello, nosotros, sus referentes, tenemos la obligación de ayudarlos. Cada acto, comportamiento o conducta tiene una consecuencia.

Pensemos por ejemplo en el reto y castigo:

  • Empujo a mi hermano.
  • Mi hermano se lastima.
  • Mi hermano llora.
  • Me retan y castigan.
  • Impotencia y odio.

En cambio, el concepto de consecuencia:

  • Enojo.
  • Empujo a mi hermano.
  • Pasa un mal momento.
  • Traducir el enojo y encontrar otra manera de descarga.
  • La consecuencia es pasar un mal momento (no ver tele por todo el día).

Busquemos una herramienta

  • Ponerle palabras al sentimiento (bronca, enojo) en lugar de preguntar qué le pasa; quizás no lo sabe.
  • Ofrecerle opciones para tranquilizarse: hablar, escuchar una música que le gusta, salir a caminar, sentarse y respirar profundo.¡Abrazarlos!… El abrazo también es un límite porque es contenedor. Criemos niños felices hoy y para toda su vida.

Paola Perabó

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