De por sí, los niños conocen el mundo a través de su sentidos, por lo que para aprender deben tocar, mirar, llevarse a la boca, oler, y sentir.
xplorar es normal e importante y es el primero de muchos aprendizajes. Permitirles el movimiento libre propicia el desplazamiento, la curiosidad y los motiva a ir tras eso que les llama la atención.
Primeramente aprenden sobre el funcionamiento de los objetos que los rodean, cómo solucionar problemas. Luego se trepan a los muebles poniendo a prueba su destreza, se paran agarrados, gatean, juegan con agua (donde la encuentren), revisan estantes, cajones, persiguen al perro o gato, se sueltan de la mano y salen corriendo en cualquier lado, se niegan a quedarse en el cochecito o a upa, dificultando las salidas familiares: esto comienza a suceder en hacia los 2 años.
A esta edad, llamada “los terribles 2”, explorar ayuda a desarrollar todas las áreas de desarrollo: el interés por aprender sobre el mundo motiva a utilizar sus sentidos, a entender cómo las cosas son diferentes una de otra, cómo trabajan y, haciendo preguntas, comienza a aprender cómo solucionar problemas. Golpeando un objeto, oye qué sonido produce. Luego lo sacude, lo tumba, vuelca su interior, observa… Explorar y volver a los brazos de mamá o papá lo hace sentirse seguro y a la vez autónomo.
Pero, aunque es muy favorable para su crecimiento saludable, también es agotador para los padres, quienes no pueden quitarles los ojos de encima y deben estar atento a las cosas que dejan a su alcance para que sean aptas, el niño las manipule sin riesgos, como así también preparar el espacio para que pueda treparse, arrastrarse y desplazarse con libertad.
Los chicos no quieren jugar solos, sino ser mirados por sus padres, y disfrutar momentos con ellos. No alcanza con comprar el juguete más lindo, si ese juguete no los vincula con mamá o papá.
No son demandantes: los necesitan.
¿Qué sucede cuando estas oportunidades no se propician?
Cuando el ambiente no propicia el aprendizaje, o los adultos no acompañan el proceso, el niño no puede explorar. Necesita tiempo y espacio para procesar lo aprendido, y si esto no se da, las consecuencias verán reflejadas en la conducta. Exigirá tener la posibilidad de experimentar y COMPROBAR, aprender por participación, deseando ser autor o coautor de la vida que vive, instando la participación al adulto, quien debería acompañar.
Todos los niños tienen un alto grado de energía, que varía indudablemente según el estilo de vida que lleven y cuánto se les permita hacer. Si llevan una vida sedentaria o de poco movimiento corporal, a menudo esta energía supera sus cuerpos; los niños parecen desbordarse, tornarse sobreactivos, ansiosos, impulsivos, con una inconformidad constante que fácilmente se desvía hacia la rebeldía o agresividad.
Se pone molesto, a veces agresivo (no sabe que golpear con su mano se llama pegar, pero el adulto le pone ese nombre y al ver su reacción, sabe lo que provoca al hacerlo), muerden, y entonces sus padres cercanos buscan espacios para que «descargue».
El niño no necesita descargar un exceso de energía. Esa energía es vital, pulsión de vida, por lo tanto está siempre presente y va dirigida a los intereses. Necesita utilizarla.
Averiguan actividades para su edad, natación, talleres, guarderías o jardín, sin pensar que son ambientes reglados y el niño necesita libertad de movimiento y no un espacio estructurado para desarrollarse. Suponen que allí tendrá amigos, que necesita estar con otros pares y que va a volver «cansado». Buscan actividades en el afuera. Actividades cotidianas que no encuentran espacio para desarrollarse. Entonces muchas familias optan por anotarlos en jardines o guarderías “para que socialicen o descarguen”.
El Pediatra español Carlos González sostiene que “la escuela infantil no es necesaria para los niños, sino que es una solución a un problema: que no haya quien pueda hacerse cargo del cuidado de los niños”.
Expresa que en la guardería “los niños se espabilan mucho, pero eso no quiere decir que el niño que está al cuidado de su madre se espabile menos. La lógica dice que aquel niño que es atendido 1:1 (un adulto para un niño)” recibirá más atenciones y estímulos que aquel que forme parte de un salón donde la atención debe ser dividida con sus compañeritos.
Los niños necesitan tiempo y espacio para procesar lo aprendido. El limitar esos intereses no acumula energía sino frustración.
Algunos tips para tener en cuenta:
- Dedique tiempo de calidad para jugar con su hijo, aunque haya olvidado cómo se juega.
- Prepare el hogar para su niño, quitando de su alcance todo aquello que lo pueda dañar, o pueda romper.
- Cubra enchufes y puntas de muebles que puedan suponer un peligro.
- Utilice trabas de seguridad para las puertas bajas de alacenas u otros espacios que contengan medicamentos, elementos de limpieza, o aerosoles.
- Economice los NO, utilizándolos solo cuando el niño se puede lastimar, cuando puede lastimar a otros, o cuando puede romper algo.
- Recuerde que si rompe algo o escribe las paredes, es el adulto el responsable de aquello que dejó al alcance del niño. No espere que se comporte como usted quiere: es un niño.
- Nada detiene su curiosidad, por lo que no debe subestimarlo. Por más que le explique varias veces acerca de un peligro, es probable que ignore sus palabras.
- Cuando los adultos consideran que no pueden manejar la situación, deben buscar ayuda. Esto puede ser con una persona que aliviane su trabajo diario, o un profesional que los oriente.
- Recuerde que somos padres y/o madres para toda la vida, y por lo tanto responsables de todo lo que suceda con los hijos.
- Tenga paciencia. Una pregunta de su hijo, seguramente disparará su curiosidad con muchas preguntas más. Si no sabe o no quiere responder, expréselo. Hágale saber de su cansancio antes de perder la paciencia.
- El carácter no se hereda, si no que se aprende, por lo que las conductas de su hijo serán el reflejo de lo que vive, tanto en el hogar, como en los lugares que frecuenta.
- Todos los adultos que pasamos por la vida de un niño, le enseñamos algo. La Familia es una gran parte de la educación, pero no la única.
Bajémonos de la vorágine diaria, compartamos momentos con nuestros hijos, re aprendamos a jugar, a ensuciarnos con ellos, animémonos a dejarlos ser, acompañando con la distancia óptima.
Y aprovechemos los papis a «descargar» nuestra tensión diaria relajándonos con ellos.