Vías de entrada a la psicoterapia

No hay un solo camino para llegar a una consulta psicológica, es más amplio de lo que se piensa. Veremos cuáles son esas vías.

Es bastante frecuente para personas que tienen algún tipo de padecimiento anímico, que un allegado o un médico tratante, le recomiende hacer una consulta con un/a psicólog@, entendiendo que podría serle útil. No obstante, uno de los prejuicios más comunes que se escuchan de esas personas a las que se les propone la idea, se trata del conocido “yo no estoy loco”; prejuicio que es más fuerte que la recomendación del profesional o la experiencia de ese familiar cercano (que tampoco está “loco”).

Lo cierto es que hay un gran componente de desconocimiento acerca de la psicología y la terapia, lo que hace que se mantenga una idea falsa y lejana para éstas personas, de lo que realmente es un proceso psicoterapéutico.

Para echar un poco de luz sobre el tema, es suficiente que conozcamos un aspecto, el relacionado con cuáles son las vías de entrada a la psicoterapia; es decir, los motivos por los que se acerca una persona a realizar una consulta. Usualmente se los puede englobar en tres situaciones: Psicopatología, Crisis vitales y Desarrollo personal.

Psicopatología:

Quien llega al consultorio, lo hace impulsado por un padecimiento, que a veces tiene un nombre, ya que la persona tiene un diagnóstico anterior dado por un profesional; a veces es un auto diagnóstico (dice que está deprimido, ansioso, o con ataques de pánico, por ej.), y otras veces llega agobiado por algún problema sin saber que es un tipo de trastorno.

El trabajo que realiza el psicólog@, es el relacionado con el área de psicopatología, que es la parte de la psicología que se ocupa de las enfermedades mentales o procesos anormales. Cada profesional lo aborda según su modelo o corriente de trabajo, pero siempre el objetivo es recomponer lo patológico y/o aliviar el malestar del sujeto. Entonces, cuando el paciente ya no tenga los síntomas, quede atrás el trastorno que lo aquejaba, o se haya conseguido un mejor control sobre ello, es cuando se puede dar por finalizado el proceso terapéutico. (Por supuesto es una generalidad a modo explicativo, en la realidad hay muchos casos y formas distintas de proceder).

Crisis Vitales:

Una persona se acerca a la consulta con un padecimiento que lo afecta mucho, pero a diferencia del punto anterior, aquí no se encuentra una patología, sino otra cosa más habitual. Se trata de situaciones difíciles que ocurren a lo largo de la vida, y que a todos nos tocan. Que nos afectan muy profundamente a veces. Existen distintos tipos de crisis vitales, las más comunes son las que tienen que ver con la muerte de un ser querido, una ruptura amorosa o los cambios de etapa (infancia, adolescencia, adultez, ancianidad). Pero también hay otras, como la “crisis existencial” relacionada con cuestiones de identidad, o inclusive generadas por cambios como una mudanza forzada.

En cualquier caso, son motivadores de iniciar una terapia, en la que, con ayuda del profesional, el trabajo consiste en buscar la readaptación a eso de la vida que se transforma y ya no será igual que antes.

Desarrollo Personal:

A veces los psicólog@s, solemos encontrarnos con consultantes que vienen y, claramente, no presentan una patología, tampoco les ha sucedido nada para pensar que están en una crisis, pero igualmente llegan con la idea de hacer terapia. Rápidamente uno se da cuenta que están buscando un desarrollo, una mejoría en algún aspecto de su vida (no porque esté mal, sino porque desean que funcione mejor). Ya sea con un fin laboral, afianzar relaciones sociales, aumentar su autoestima, etc, el proceso terapéutico le puede servir en esas intenciones.

No es tan difundido que la psicología se ocupe de éstas cosas, ya que está popularmente más relacionada con lo “problemático” y su resolución; pero el campo de la psicología abarca (por supuesto) al funcionamiento normal no patológico del ser humano, y cuenta con herramientas para descubrir y fomentar capacidades positivas que se traduzcan en desarrollo personal de los individuos.

A partir de todo lo explicado, la idea de no ir a terapia por “no estar loco”, queda un poco en desuso. Podemos acudir a un profesional por muchos motivos distintos, sobre los que podrá ayudarnos.

Gabriel Fioretti

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